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martes, 23 de abril de 2013

El campo cultural de Eduardo Antonio Parra


 

La cultura es un campo de lucha en el cual se enfrentan la cultura dominante o hegemónica y las culturas populares o subalternas. Para Bourdieu los campos son espacios de acción organizados en torno a un interés específico e incluyen todos los aspectos de la vida de una sociedad. Los campos culturales están constituidos por dos elementos:
· Un conjunto denominado capital de recursos valiosos y escasos que pueden ser económicos o culturales.
· Una lucha por tales recursos.

En las sociedades contemporáneas suelen diferenciarse tres campos culturales: cultura de élite, cultura popular y cultura de masas (también llamada industria cultural). Así, defino campo cultural como la malla de relaciones que concurren en la persona y que –por consiguiente– determinan el horizonte de eventos que es capaz de distinguir. Por lo tanto, a continuación, analizo el campo cultural del autor guanajuatense Eduardo Antonio Parra, desde sus inicios en la escritura hasta la situación que tiene actualmente.

Campo cultural en un autor adoptado por el norte
  
Parra nació en León, Guanajuato, el 20 de mayo de 1965, aunque desde muy pequeño se trasladó al norte del país, por lo que al poco tiempo cayó enamorado por la atmósfera que se vive en ese lado del mundo. Los olores, las costumbres, la gente y las ciudades terminaron por encantarlo, haciendo que mantuviera su residencia fija en este lugar por varios años.

“Yo llegué al norte a los cuatro años de edad, a Linares, Nuevo León, estuve hasta los seis años en Linares, me cambié a Monterrey y a los trece me fui a Nuevo Laredo. Yo me quedé estudiando acá y mi familia se fue a Ciudad Juárez. Los olores, las atmósferas, los sabores. Todo lo que recuerdo me sabe a norte. Me gusta, es fascinante”.

Aunque el autor no pertenece directamente al norte y a un sector marginal, poco a poco se fue apropiando de esa cultura, sociedad, ideología y personas que lo rodeaban hasta llegar a comportarse y sentirse parte de ellos. De igual forma, literatura entró a su vida, su primer contacto con ella fue el libro Cien años de soledad del autor Gabriel García Márquez y fue esa fascinación en la forma de narrar lo que lo llevó a querer copiarla pero aplicada a otras personas que fueron personajes de la realidad que lo rodeaba. Para ello, estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Regiomontana, siguiendo con la inquietud que tenía por las letras.
         Posteriormente, perteneció a varios grupos y talleres de escritores en el género de poesía; sin embargo, después de algún tiempo, se dio cuenta que realmente no tenía el don para ese tipo de escritura y decidió incursionar en algún otro, porque no deseaba abandonar su deseo de escribir. No obstante, antes de iniciarse en otro género literario, tuvo contacto con el género periodístico de “la nota roja”, en periódicos amarillistas, donde daba voz a personas marginales, con problemas casi irreales debido a la carga tan fuerte de violencia y en lugares donde la pobreza es el pan de cada día, el narcotráfico está en cada esquina y el desierto causa la alucinación del sueño americano; por lo que esta experiencia, lejos de alejar a Parra de su objetivo, le ayudaría a enriquecerlo.
           Y fue ahí, en el norte, donde ha encontrado los personajes perfectos, hombres que sin oficio ni beneficio, marginales, se encuentran a un lado de la  escala social que pertenecen a esa tierra de nadie donde el desierto es el único que establece las leyes, por eso a Parra le gustan las voces de la frontera, esas que no se escuchan, que nadie atiende o ayuda.

“Creo que me atraen mucho los personajes marginales, los que no tienen voz propia, los personajes vencidos, humillados y ofendidos. Siempre son los que más me han atraído. En general son los que más me llaman la atención. Desde joven me pasaba esto. Veía los vagabundos y me ponía a ver sus historias, sus anécdotas”.


De esa forma, el escritor comenzó a adentrarse en el género narrativo, específicamente en el cuento largo. A partir de ese momento, inició una carrera ascendente entre diversos premios y becas para escritores, entonces fue Becario del Centro de Escritores de Nuevo León, 1990; del FONCA, en cuento, 1996, y en novela, 1998; del Centro Cultural Casa Lamm/Centro de Escritores Juan José Arreola, 2000; de la Fundación Guggenheim, 2001; y miembro del SNCA, 2001. También, fue ganador del Concurso Nacional de Cuento 1995 del Ayuntamiento de Guasave, Sinaloa, y de la Universidad de Occidente. Primer lugar en el Certamen de Cuento, Poesía y Ensayo 1994 de la UV.
             Sin embargo, fue hasta que obtuvo el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo 2000 por Nadie los vio salir otorgado por Radio Francia Internacional, que su obra comenzó a adquirir un fuerte reconocimiento a nivel nacional y ya no sólo en el norte del país. En este momento, Parra asciende de uno de los polos del campo cultural en el que se había localizado por tantos años y pasa del lugar de los escritores marginados (por temática, lugar donde escribe, editoriales donde publica), que le dan voz a los invisibles e ignorados por la sociedad (migrantes, prostitutas, obreros, homosexuales, pobres, pepenadores), y se localiza en un nuevo sitio donde sigue apoyando esas ideologías pero ya no se localiza entre ellos, sino que ya sólo juega el papel de un espectador alejado de esa realidad.
        A esa transformación, se corresponde la entrada de su obra en la editorial Era y posteriormente en Planeta. Además, ese cambio se da de forma espectacular en la que le publican el cuento ganador del Premio Juan Rulfo en Francia, Nadie los vio salir, como único texto en un libro titulado con el mismo nombre. Así, comenzó la publicación de sus diferentes obras como Los límites de la noche, ERA, 1996; Tierra de nadie, ERA, 1999; Parábolas del silencio, ERA, 2006.
          Aquí, es importante decir que el campo cultural no se modifica por formación, sino por resonancia, esto es, por situaciones en las que la conciencia no queda confinada a pozos potenciales de experiencias, sino que divaga libremente, abierta a lo que viene, manteniendo una longitud de onda semejante a la del medio con el que interactúa. Los viajes son oportunidades muy particulares para que esta resonancia se produzca. De esa forma, se entiende que el ser ganador de un premio extranjero, coincida con el inicio del reconocimiento de su obra a nivel nacional y por lo que decide trasladar su lugar de residencia de Monterrey a la Ciudad de México, pasando a formar parte del centralismo cultural que margina a las literaturas regionales del interior del país.

           Ligado a ese cambio tan importante en la vida cultural del escritor se encuentra el cambio en las editoriales que publican su obra; por eso, su libro Nostalgia de la sombra, es publicado en Joaquín Mortiz, 2002, y su novela, Juárez. El rostro de piedra, en Grijalbo, 2008, en el marco de los festejos del gobierno nacional por el centenario de la Revolución y el bicentenario de la Independencia; para finalmente, publicar casi toda su obra en Sombras detrás de la ventana. Cuentos reunidos, en CONACULTA/Fondo Editorial de Nuevo León/Universidad de Nuevo León/Era, 2009. Así, con estas dos últimas obras se puede apreciar el último cambio del autor dentro del campo cultural, colocándose por completo en un lugar totalmente opuesto al que se ubicada en un principio. Asimismo, en los últimos años, obtuvo el Premio Nacional de cuento Efrén Hernández 2004 y finalmente, el premio Antonin Artaud 2010 por Sombras detrás de la ventana.
            Actualmente, Parra se sitúa cercano a la élite literaria del Distrito Federal, hace años que no publica un libro con obra nueva, se dedica a publicar reseñas y pequeños artículos para revistas de renombre, pero que también forman parte de las mafias literarias de nuestro país como Letras libres y Revista de la Universidad de México; aunque ha tratado de conservar sus temáticas norteñas, es una pena que no haya conservado también, aquella agudeza que tenía para defender a la literatura del norte, escrita desde allá, pero, sobre todo, que ya no sea capaz de mostrar esa realidad abigarrada y contrastante, en aquel lugar que él mismo, alguna vez, describiera como: tierra de nadie.

Con este pequeño análisis se puede observar como el campo cultural de un escritor va cambiando y transformando todos los elementos que lo rodean y que influyen en su arte; desde las inquietudes, la elección del género literario, las editoriales para la publicación, los premios ganados, el lugar de residencia, las temáticas abordadas, entre muchos otros elementos que meten al escritor en el juego del campo cultural, involucrándolo por completo con él y sin ninguna posibilidad de escapar. Bourdieu deja esta propuesta teórica para analizar todas esas relaciones de poder que por más sutiles que sean están presentes en el campo donde se desenvuelven los individuos y en donde, muchas veces, lo único que queda es esperar.


Referencias:

2 comentarios:

  1. Comparto una reflexión que me nace después de haber leído tu trabajo; creo que más que cambiar o transformarse los elementos que rodean el campo cultural de este autor, como afirmas, resulta muy interesante cómo se tejen esas "redes" que hacen posible esa visión de "cambio" o "evolución".
    Saludos.

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  2. Creo que el caso es relevante por la manera en la que él mismo se ha procurado la laguna estructural del campo literario mexicano; pienso en el debate que sostuvo con Rafael Lemus en 2005 en Letras Libres al hablar y defender la literatura del norte.

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